FEDERICO BROOK

Un universo de luces y espacios

 

Entre nubes y fuentes, entre desarrollos matéricos y floraciones esotéricas, la obra de Federico Brook crece y se proyecta. Es el sentimiento que aborda lo sensorial desde lo sensitivo, corporizando estructuras de una singular belleza. Brook crea desde una mirada de mundo nuevo en la que el objeto puede devenir personaje y la forma una síntesis poderosa de todas las formas.

 

Hay algo demiúrgico en su gesto que concilia espacios. Algo que supera el diseño y lo recrea desde símbolos abiertos. Porque Brook ama el bloque matérico y lo concibe desde ángulos diversos, como si los 360 grados del recorrido pudieran animar esa materia y darle vida.

 

Es indudable que los períodos conceptivos del italiano-argentino observan una permanente coherencia. Desde la abstracción, pasan de un cubismo constructivo a una geometría espacial. En cada caso, la forma adquiere una irradiación vibrante, fruto de una poética que, sin lugar a dudas, fluye y se potencia perceptualmente. Su escultórica no se impone: accede a la mirada como en un encuentro de espacios alternos. De ahí, el potencial de un lenguaje auténticamente propio.

 

Hay un periodo del artista que vale ubicar unívocamente. Se trata de las décadas 1962-1982, en que Brook concentra su acción en el cinetismo espacial.  Formas y materiales conjugan un encuentro constructivo de particular atracción que, a la vez, le exige una nueva síntesis rectora. El artista investiga el movimiento. Trata de encontrar otra dimensión de la luz. El espacio, en sí, se ha multiplicado de transparencias.

 

Europa ha prohijado ya, subliminalmente, procesos que articulan una nueva visión. La Bauhaus, De Stijl, la música serial, concilian la posibilidad de lenguajes con otra energía. Escultores como Moholy-Nagy, Gabo, Pevsner, expresan otra realidad y hacia 1920, un Manifiesto que los reúne usa por primera vez la condiciçon cinética. Tinguely, Gero, poco después los venezolanos Soto y Cruz-Diez, agregan protagonismo a la corriente.

 

Idea estética la de dar movimiento a un objeto, la de reunir aire, agua y viento sobre el mismo, dispara a lo largo de años diversos tratamientos. El arte óptico crece y asimila nuevos desarrollos de este cinetismo subyugante. Los EE.UU. se suman también a este concierto inesperado del arte del siglo XX. La forma concreta sale al fin del estatismo.

 

Brook alimenta su imaginación conceptiva con un constructivismo lleno de luz. Aparece la condición de lo inasible y aún de lo ilusorio. Técnica y futuro, espacio y velocidad, celularidad y robótica, cosmogonía y tiempo, acercan leyes inesperadas. Son los años en que otro gran maestro, Victor Vasarely, también se desafía por caminos que tienen, quizá, un destino común.

 

Abstracciones ritmadas aparecen en su concepción. Geometrías que van más allá del concepto euclidiano. Brook acepta que su taller ha sido invadido, sin prisa pero sin pausa, por otras formas. Formas que aceptan el movimiento. Formas translúcidas. Formas que energen y comparten el espacio. Formas que incitan a ser tocadas no sólo con los ojos.

 

 

Los lenguajes del movimiento

 

Es de aclarar que el artista va desarrollando el concepto de cinetismo gradualmente. Concibe formas con materiales nuevos –plexiglas, resinas, acero, acrílico- que generan arquitecturas para contener y expandir la luz. Del movimiento sugerido de sus nubes ha pasado al movimiento real de pequeños planos, estructuras, cajas, semiplanos, esferas. Otro mundo matérico y sensorial que conjuga resonancias de trompe-l´oeil, en casos.

 

El cinetismo de Brook tiene la huella digital de un escultor de raza. Sus obras (no pocas concebidas con acentos cromáticos) revelan el rigor de mano-cerebro-visión en su lenguaje interno. Hay un proceso que eclosiona: entre 1969 y 1970 realiza la Estructura Espacial S71/IMI: una gran esfera móvil en polimetacrilato, inserta en una pared de la nueva sede del Instituto Mobiliario Italiano, al sur de Roma. En 1970 construye el mural de 70 metros cuadrados, en cemento y metal esmaltado, para el complejo residencial La Serpentara de Roma, de la empresa Ginobi.

 

La invitación a la XXXI Bienal de Venecia, a la que concurre con cinco grandes esculturas en piedra y metal, le sirve honrosamente para revalidar el perido de la figuración espacial. El trabajo continuo, riguroso y de permanente autocrítica, le sirve para afirmar el camino.  Críticos y teóricos de la talla de Giulio Argan  y Pier Luigi Nervi, refirman su convicción.

 

Diversas fuentes en San Marino y Roma dan continuidad al trabajo.

 

La Máquina Espacial para la nueva sede de la RAI en Roma, el Totem en piedra y bronce de Villa Mafalda, trambién en Roma,, la fuente La Sabiduría, el relieve para la iglesia San Martino Papa,constituyen otros hitos que respaldan su nueva visión.

 

Los años siguientes contiuarán marcando su énfasis espacialista, como en el caso del Homenaje a Lucio Fontana, su connacional. Bajorrelieve en piedra   y vidrio (1967) que equivale a un abrazo entre artistas de la misma sangre. Aparecen las formas móviles con mayor asiduidad, y en Bari participa de la muestra Homenaje a América Latina con otros importantes artistas entre los que se encuentra Jesús Soto y Eduardo Maldonado. Posteriormente, en la Cuadrienale de Roma (1977)  expone cinco grandes nubes que renaturalizan su visión espacial.

 

Son años intensos. Muestras en Italia y en el exterior En Macerata  (1979) una muestra antológica particularmente decisiva: Máquinas cosmológicas a la medida del hombre. El nombre de Brook registra en Europa la dimensión conceptiva rebelde y clara en sus desarrollos matéricos tanto urbanos como de formato expositivo.

 

 

Pasión y renacimientos

 

¿Qué es la materia para Federico Brook? El alma de la escultura. Si para Rodin era el corazón de la piedra, para él significa otro tanto de verdad estética. Pero Brook respeta el espacio en que esa materia está contenida y se proyecta. El espacio que es luz y contrastes. El espacio que puede generar otras vidas al bloque. Desde el acrílico al acero, desde el plexiglas al vidrio, la forma puede desplazarse en la visión en movimientos de singular despojamiento.

 

Estas formas espaciales crecen en calles, en frentes de edificios, en paseos urbanos, y son como una gema engarzada que aparece para relucir. No son formas a desentrañar: simplemente constituyen acuerdos de equilibrio y de luz, de transparencia y orden. El orden de la estructura, de la construcción que vibra y a la vez sostiene.

 

Una suerte de diálogo intemporal, y a la vez, una suma interior de  goces perceptuales en que la mirada –ese descifrador del sensorio- atrapa y diversifica. Esta es la praxis del escultor que organiza la estructura, la geometría, el diseño concreto y arma una nueva vida cosmogónica.

 

Estos veinte años en que Brook interpreta otro espacio para sus morfologías animadas, es un tiempo pleno de asombros. El artista que se emociona ante sus propias invenciones. El artista que recrea una nueva vida de nuevos materiales. El artista que concibe sueños que parecieran no poder ser atrapados jamás.

 

 

Delle nubole all´aria aperta

 

El gran poeta Rafael Alberti cruza su poesía con la poética de Brook. Música aquí la luz / el espacio que gira / delgado y transparente / despertando / en los nuevos oídos / el callado rumor de las esferas / maravillando al hombre /que en el día y sin sueño / puede al tocarlo percibir / el mismo rumor puro / de la mano que supo construírlo.

 

Su Hombre espacial o su Hombre sobre la luna (ambos 1971)  dan cuenta de la discutible razón que, dentro de la aparentemente inviolable abstracción espacialista, no puede entrar el simbolo figurativo. El Cubo espacial azul (1975) registra también el acuerdo geométrico, rector, frente a la forma de depurados ángulos. Tanto como sus bellisimos Conos, que cifran toda una suerte de despojados significados o su Piano Espacial (1976).

 

La obra cinética de Brook, apoyada sin duda en conceptos espaciales y leyes que emanan del arte óptico, constituyen un periodo más en la gran obra del artista. Un período innegable- mente sustantivo y original, siempre dentro del rigor escultórico con que está cifrada toda su concepción artistica.

 

M. Taverna Irigoyen

                          Miembro de Número de la Academia Nacional de Bellas Artes

                            Miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte